Cuando a partir de los cuatro años los niños y las niñas ingresan al jardín de infantes y luego a la primaria, se les abre la puerta a un mundo nuevo lleno de juegos grupales, cantos corales, cumpleaños, personas desconocidas a conocer y querer, actividades nuevas, aventuras y mucha diversión.

La escuela es el primer lugar de socialización de los y las pequeñas por fuera del círculo familiar, más allá de que provengan de familias monoparentales, ensambladas, de cuatro integrantes u ocho, con muchos/as primos y primas o no.
Los/as niños/as durante la edad escolar van a ir desarrollando las habilidades sociales que les permitirán de adultos, transcurrir por todos los espacios habidos en distintas esferas sociales, de modo apropiado, en función a cómo fueron aprehendidas.
En todo esto, un papel muy importante lo ocupan las relaciones con sus pares, es decir, con sus compañeros/as y sus amigos/as. Si nos imaginamos una niña de seis años que tiene tres “mejores amigas”, con las que comparte todo el día, todos los juegos y las visitas en casas, se nos representa una imagen feliz y tierna. Pero la de una niña que queda excluida en su grupo, por algo que se juega en el grupo como motivo para colocarla en el lugar del chivo emisario (a quien se le dirigen los aspectos negativos, generando segregación a dicho integrante) la imagen cambia a tristeza, soledad y aislamiento.
Lo cierto es que las personas cuando estamos en grupos estables y que se continúan en el tiempo tendemos a desarrollar simpatía, identificación, admiración por algunos y algunas, generando una selección de personas con las que uno/a siente mayor afinidad y cercanía.
Aquí se pone en juego ser aceptado en el grupo, o siendo más precisa, sentirse aceptado por el grupo, en contraposición con estar “al margen”. Y para un/a niño/a esto es algo muy importante. En este punto, surge la pregunta: ¿es tarea de los/as adultos/as poner una mirada sobre esto?
¿Podemos hacer algo?
La clave está en pensar la importancia de fomentar entre niños y niñas aceptación del otro/a, solidaridad, compañerismo, empatía, paciencia y poner un freno a las acciones de segregación, envidia, pelea, intolerancia.
Como también en acompañar a los y las niñas en el proceso de conocerse con otros pares, en este proceso que es salir del mundo familiar a un mundo más amplio. Acompañarlos ante sus inquietudes, las vergüenzas, la timidez, los temores, las ansiedades. Hacer de esto un tema de charla con los niños y las niñas.
En conclusión, podemos, por ejemplo, preguntarles cómo les fue en la prueba de matemática y también cómo les fue a los/as demás, abriendo la conversación, no a la comparación con otros/as, sino a charlar sobre la relación que sostiene con los/as demás personas del grado.
Es solo una de muchas posibles formas de dar lugar a que hablemos con nuestros niños y niñas de esta temática. ¿Se les ocurren otras? Sin dudas que sí…